lunes, 16 de abril de 2012

EL PROFESOR


Una de las grandes etapas de la vida es el paso por la Universidad. Conforma nuestra manera de ser, nuestro carácter. Conocemos a muchos de los que serán nuestros grande amigos. Elegimos nuestra profesión. Nos enamoramos.

Tengo grandísimos recuerdos de mi época universitaria (OMG hablo como una abuelilla!!!!)…pero hoy os quería hablar de una de las personas que me marcó de manera especial y que hoy he recordado por cuestiones que no vienen al caso  (no me gusta hablaros de mi trabajo..suficiente tenéis con aguantar los problemas del vuestro).

Era- es- pero no se porqué tenemos esa manía de hablar en pasado cuando una persona sale de nuestra vida, aún cuando sabemos que sigue viva, aún cuando tenemos, -como es el caso- la absoluta constancia de que tiene un presente evidente pero para nosotros forma parte de una época que no volverá, es nuestro pasado y eso nos obliga a hablar en pretérito. Era, por tanto, un hombre mayor que yo. Bastante mayor, probablemente me duplicara la edad. De aspecto poco atractivo, aunque tampoco destacaba por ello. Mediana edad, altura media, peso medio. Pero era todo lo contrario a un hombre normal.

Era catedrático de una de las asignaturas angulares de mi carrera. Desde el primer día de clase dejó claro que no nos lo iba a poner fácil. Era una persona de difícil trato. Duro, exigente, de esas que saben mucho y exigen en la medida de su conocimiento.

Poco a poco la clase empezó  a vaciarse. Eran extraodinarias pero el hecho de que en la facultad tu profesor te haga preguntas,  te regañe, y  acabes sintiéndote como recién salido del colegio, hicieron que muchos de mis compañeros /amigos dejaran de asistir.

En cambio día a día en mi afloraba cada vez una mayor devoción por mi “maestro”.Sin duda sentía el mismo “pavor” que el resto por sus preguntas- también es cierto que nunca fui vapuleada por él- , pero también  creo que pocos como yo se deleitaban con su voz grave- de fumador- recorriendo las normas, con su enorme sabiduría, con su galantería al dejar siempre a las mujeres pasar antes que él antes de cerrar la puerta -después de su entrada el veto era radical, nadie podía traspasar el umbral-, y por aquel tiempo encontrar que un hombre en la facultad te abriera  y / o sujetara la puerta era algo inusual, tanto que mis amigas y yo hacíamos apuestas...(creedlo!!!)

Realmente cada jornada fue  un placer asistir a sus clases. Todavía hoy, cuando mi vida profesional se ha dirigido por caminos muy diferentes y jamás hube de recordar sus enseñanzas, puedo recordar algunas de sus explicaciones casi de memoria.

Rememoro con una sonrisa en los labios como mis compañeros se mofaban por mi fervor por aquel hombre tremendamente inteligente, de ademanes algo antiguos para casi todos mis "modernos amigos", que era capaz de transmitir tanto como lo que sabia, lo que en mi opinión es lo mas difícil de hacer.

Terminé mi asignatura, y jamás intercambié personalmente ni una sola palabra con aquel gran profesor  - como no lo hice con ningún otro - también estoy segura de que su seguridad, inteligencia, y profesionalidad no hubieran necesitado de mis palabras de alabanza, pero cuando en días como hoy miro atrás estoy orgullosa de que los nombres que figuran en los libros, que ocupan titulares en los telediarios, y de los que la gente habla, han sido parte de mi educación y parte de mí, y he tenido grandísimos maestros que han dado (¡¡dichoso pasado!!) y dan  parte de su tiempo, como mi maestro, en dejarse algo de su piel en que  muchas generaciones hayamos aprendido y a veces emocionado con sus clases...aunque no lo hayamos dicho nunca.



Pd. Porque a diario vivo cerca  lo que es la educación universitaria  y los sacrificios de quienes han de simultanearla con complejas carreras profesionales.

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