Una de
las grandes etapas de la vida es el paso por la Universidad. Conforma
nuestra manera de ser, nuestro carácter. Conocemos a muchos de los que serán
nuestros grande amigos. Elegimos nuestra profesión. Nos enamoramos.
Tengo grandísimos recuerdos de mi época universitaria (OMG
hablo como una abuelilla!!!!)…pero hoy os quería hablar de una de las personas
que me marcó de manera especial y que hoy he recordado por cuestiones que no
vienen al caso (no me gusta hablaros de mi trabajo..suficiente tenéis con
aguantar los problemas del vuestro).
Era- es- pero no se porqué tenemos esa manía de hablar en
pasado cuando una persona sale de nuestra vida, aún cuando sabemos que sigue
viva, aún cuando tenemos, -como es el caso- la absoluta constancia de que tiene
un presente evidente pero para nosotros forma parte de una época que no
volverá, es nuestro pasado y eso nos obliga a hablar en pretérito. Era, por
tanto, un hombre mayor que yo. Bastante mayor, probablemente me duplicara la edad.
De aspecto poco atractivo, aunque tampoco destacaba por ello. Mediana edad,
altura media, peso medio. Pero era todo lo contrario a un hombre normal.
Era catedrático de una de las asignaturas angulares de mi
carrera. Desde el primer día de clase dejó claro que no nos lo iba a poner
fácil. Era una persona de difícil trato. Duro, exigente, de esas que saben
mucho y exigen en la medida de su conocimiento.
Poco a poco la clase empezó a vaciarse. Eran
extraodinarias pero el hecho de que en la facultad tu profesor te haga
preguntas, te regañe, y
acabes sintiéndote como recién salido del colegio,
hicieron que muchos de mis compañeros /amigos dejaran de asistir.
En cambio día a día en mi afloraba cada vez una mayor
devoción por mi “maestro”.Sin duda sentía el mismo “pavor” que el resto por sus
preguntas- también es cierto que nunca fui vapuleada por él- , pero
también creo que pocos como yo se deleitaban con su voz grave- de
fumador- recorriendo las normas, con su enorme sabiduría, con su galantería al
dejar siempre a las mujeres pasar antes que él antes de cerrar la puerta
-después de su entrada el veto era radical, nadie podía traspasar el umbral-, y
por aquel tiempo encontrar que un hombre en la facultad te abriera y / o
sujetara la puerta era algo inusual, tanto que mis amigas y yo hacíamos
apuestas...(creedlo!!!)
Realmente cada jornada fue un placer asistir a sus clases. Todavía hoy,
cuando mi vida profesional se ha dirigido por caminos muy diferentes y jamás hube de recordar sus
enseñanzas, puedo recordar algunas de sus explicaciones casi de memoria.
Rememoro con una sonrisa en los labios como mis compañeros
se mofaban por mi fervor por aquel hombre tremendamente inteligente, de
ademanes algo antiguos para casi todos mis "modernos amigos", que era
capaz de transmitir tanto como lo que sabia, lo que en mi opinión es lo mas
difícil de hacer.
Terminé mi asignatura, y jamás intercambié personalmente ni
una sola palabra con aquel gran profesor - como no lo hice con ningún
otro - también estoy segura de que su seguridad, inteligencia, y
profesionalidad no hubieran necesitado de mis palabras de alabanza, pero cuando en días
como hoy miro atrás estoy orgullosa de que los nombres que figuran en los
libros, que ocupan titulares en los telediarios, y de los que la
gente habla, han sido parte de mi educación y parte de mí, y he tenido grandísimos
maestros que han dado (¡¡dichoso
pasado!!) y dan parte de su tiempo, como mi maestro, en dejarse algo de
su piel en que muchas generaciones hayamos aprendido y a veces emocionado
con sus clases...aunque no lo hayamos dicho nunca.
Pd. Porque a diario vivo cerca lo que es la educación
universitaria y los sacrificios de quienes han de simultanearla con
complejas carreras profesionales.
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