Ella
puso su fría mano en la da él. Justo encima de su alianza al tiempo que una
esplendida sonrisa nacía en la
comisura de sus labios.
“Me alegro tanto de que ahora seas
feliz”dijo.
Él pudo sentir el frío tacto de las manos
de ella. Siempre habían sido así.Sus manos siempre habían permanecido frías aún
cuando el tiempo no lo era en exceso.
No recordaba un solo día de su tiempo
juntos en el que hubiera cogido sus manos y no hubieran estado
gélidas como la nieve en invierno y meramente templadas en pleno verano.
Ahora noto esa misma sensación helada
cuando ella había jugado con su alianza.
“Cuanto tiempo” había dicho él mirándola a
los ojos mientras ella lo hacía a la nada y a todo al mismo
tiempo…”demasiado” prosiguió.
Ella devolvió esa mirada.
Parecía el de siempre. Su mismo aroma, era
curioso que en tanto tiempo ni hubiera cambiado de perfume, su mismo estilo de
abrigo, la misma clase de zapatos clásicos y exquisitamente cepillados, su
pelo cortado de la misma manera…Estaba convencida de que si miraba en el
bolsillo interno de su chaqueta encontraría su billetera Loewe de piel camel,
si lo hacía en el derecho de su pantalón las llaves de casa- de la que ahora
compartiría con su mujer-,probablemente lejos de la que un día compartió con
ella, y en el abrigo, justo en el interior izquierdo estaría su paquete de
Marlboro. Es mas, si dejaba que aquella conversación se prolongara más de cinco
minutos él sacaría uno de ellos e inhalaría profundamente, como queriendo
aspirar con el parte de la vida, ansiosamente.
Él deseaba llevar las manos a su bolsillo
izquierdo del abrigo para poder sacar un cigarrillo, pero no le parecía
correcto hacerlo en ese momento.
Había pasado mucho tiempo pero parecía como si la
hubiera visto ayer :Sus ojos negros brillaban exactamente de la misma forma.
Parecía como si dentro de ellos hubiera una vieja chimenea siempre encendida
con el fuego crepitando. Su presencia resultaba cómoda, amigable, cercana pero
no asfixiante. Podría haber contado en aquel preciso instante con desvelarle
cualquiera de los secretos de su vida sabiendo que ella jamás los revelaría.
Si, seguía siendo la misma. Jugaba recelosa con
su zapato mientras él pensaba en encender o no aquel dichoso cigarro y contaba
las pecas de su nariz, recordaba 9, en cambio hoy creía encontrar 11.
Ella era sabedora de que la necesidad de terminar
aquella conversación.
Se despidieron.
Al hacerlo, el recordó la ternura de su
piel, la dulzura de sus besos, aún sólo amistosos.La suavidad de su piel blanquecina, el olor de su
pelo, sin duda mascarilla de vainilla, como siempre, la de siempre, sonrió él.
Ella le pasó la mano por el brazo mientras le
despedía cariñosamente sin dejar de hablar.
Aprovecharía que el semáforo estaba en verde para
cruzar.
Se fue.
Ella quedó atrás.
Él quedo atrás.
En él permaneció el perfume de ella en la
piel y encendió su cigarro, miró su alianza, respiró....hay cosas que nunca
cambian.
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