“Odio Paris”
Esa era tu frase más
frecuente.La repetías permanentemente:cada día cuando me llamabas al
despertarte, aun en la cama. Cuando salías del trabajo, cuando iba a recogerte
al aeropuerto y cuando estabas encima de mis rodillas y te acariciaba tu
perfecta y pulcra barba días antes de tu regreso a la ciudad en la que
trabajabas.
“Odio ese
lugar niña, te lo juro”decías de manera agobiante. Casi parecías un bebé de los
que tiene que ir el primer día a la guardería. Casi me daban ganas de llorar …
“odio sus dias
grises, su color, la manera en que la gente dice que debería ser feliz por
vivir allí. Odio los macarons, y los croisants. Odio la Torre Eiffel y el
Louvre. Odio pasear por aquellas calles siempre húmedas y La vie en rose.”
“Odio las estúpidas
colas de Laduree y las mujeres que se creen elegantes solo por ser parisinas.
Odio sus casa perfectas, sus vidas perfectas y su acento cursi y remilgado.
Odio que te guste Paris"
“Lo odio porque es
estar lejos de todo esto: de ti, de tus abrazos, de estar cerca de lo que pueda
pasarte, de recogerte un día cualquiera a la salida del trabajo..Lo odio porque
es no amanecer contigo. Lo odio porque es estar lejos.Y la distancia es
incalculable cuando no se puede estar al lado de quien se ama.”
Hoy el vive en
París. En una maravillosa buhardilla que compró y rehabilitó para ella. Para un
ella que no soy yo. Solo viene a Madrid dos veces al año:en Navidad a felicitar
a su padre y su hermana, y en verano a pasar una semana a la casa que sus
padres tienen en Santander. Jamás me escribió. Jamás me ha vuelto a hablar.
Jamás dio explicaciones de nada.
Ya no debe odiar odiar París, tal vez nunca lo odió.
No hay comentarios:
Publicar un comentario