Esta vez sí.
Es el final.
Eres tan cruel que ni siquiera has sido capaz de decir nada.
Ni una sola palabra.
A mí. Al “amor de tu vida”. A la única persona que estuvo a
tu lado cuando no eras nada más que un lobo herido. Y solo. Eras pura soledad.
Tu soledad hería, dolía. Pero ahí estaba yo, como siempre.
Pero eres cruel. En el momento en el conseguiste lo que
querías, en el instante en el que llenaste tu vida de personas, de amor y de
finales bonitos, te olvidaste de mí.
¿Qué clase de persona es esa que hace con
los demás lo que tanto le dolió, lo que le destruyó, lo que casi acaba con él?
Alguien cruel, como tú.
Pero lo peor de todo ello es que crees que eres bueno.
Rodeas tus actos de un halo de bonhomía que los ciegos que te rodean son
incapaces de ver.
¿Qué tipo de crueldad es la que impide a una persona dirigir
una sola palabra, tan solo una palabra a quien estuvo a su lado hasta en el peor
de sus momentos, hasta en el mas desdichado de sus instantes, hasta cuando uno
solo quiere la soledad como compañía?
Ese eres tú.
Recuerdo todas las ocasiones en las que juraste quererme
hasta la eternidad, no fallarme, estar a mi lado para siempre, y ¿para qué?
Para calmar tu maldito ego.
Este es el final. Me has destruido de todas las maneras
posibles, pero esta es la última vez.
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